20160813

"Cosas del cosmos"

Habíamos ya pasado la zona del centro del pueblo y nadie había pronunciado palabra alguna. El potente rastrojero de Membrillo enfiló por la calle de tierra de atrás del galpón del garca Riky.
-Ahora son como dos kilómetros mas para adentro muchachos- dijo, rascándose la mejilla llena de esa barba pelirroja.
-Contaminación lumínica Cosme, es nuestra mayor enemiga, la puta urbanización!- Dijo, casi gritando. Le respondí meneando la cabeza en señal de indignación y le pegué un par de sorbos al brebaje que había preparado el Golo.
Viscoso, misterioso y potente era el elixir creado por el joven. Tragué con ardor y pasé la cantimplora para el asiento de atrás.
-Yo, paso- el gringo Spíndola no quiso saber nada con el agasajo, además notaba en su cara cierta palidez y preocupación que hacía creer que no estaba muy tranquilo con la operación. A todo esto Golo, que hasta ahora venía viajando con la cara apoyada en la ventanilla mirando el paisaje, me arrebata la cantimplora y comienza a darle desesperados sorbos a la pócima, dejando caer una linea líquida bordó por ambas comisuras labiales. Luego de un atronador eructo pasa el brebaje a las manos del conductor. 
-Hijo de puta, pendejo, te pasaste con el vermú- exclamó Membrillo mirando a su primogénito por el espejo. 
El clima se prestaba para el procedimiento, noche azul, sin rastros de nubes y luna nueva. Pero la atmósfera del interior de la camioneta era otra. Aquel  tenso episodio que ocurrió horas antes en lo de Membrillo casi hizo suspender el plan. Idea planteada por mí y que fue denegada categóricamente por Membrillo. "Las cosas de la ciencia, del mundo desconocido, del cosmos son impostergables" me decía hace algunos meses en medio de una morbosa borrachera.
El conductor frenó de golpe frente a la fachada de la planta de energía electrica. Iluminada con una ténue luz amarilla que escupía una gigantesca torre, parecía abandonada.
-Bueno Gringo, acá está tu gracia-. Dijo Membrillo, acomodándo el espejo retrovisor.
-Mm creo que no me animo Membo, mirá si pasa lo de otra vez!
-No empecemos con mariconeadas papá, no tenemos toda la noche!. Exclamó con euforia y me pidió que sacara una bolsa de papel que viajaba en la guantera. Se la dí. Entonces se la tiró en las manos de Spíndola y dijo:
-El gordo Pineda creo que va estar chocho con esta docena, apurate que todavía parecen calentitas gracías al calor del motor.