20100405

Semper Fidelis XVII



18.
Sigilosamente salieron hacia afuera por el ventiluz del baño. Dando pasitos cortos cruzaron el oscuro y tenebroso patio del manicomio. Ella tomó su mano, entonces el iba perdiendo de a poco el canguelo que lo invadía. Ni en sus pensares mas optimistas imaginó que alguien lo iba a venir a buscar, y menos Josefina. Desde su cautiverio dejó de soñarla desnuda de ropas y empezó a tener angustiantes pesadillas en las que veía a Josefina de punta en blanco cazándose con Esteban Uchi, el patético pelirrojo empleado de Don Bustamante, el prometido de Josefina, según propias palabras de Don Zaqueo. Quería gritar pero de su boca solo salía aire, quería avalanzarse sobre ellos pero siempre quedaba en el mismo lugar, entonces Josefina y Uchi lo miraban riendo a carcajadas, luego el despertaba y comenzaba a llorar.
Pero allí estaba ella. Junto a el. La luz de la luna iluminaba su rostro y la hacía mas hermosa.
-Tenemos que apurarnos, tenemos que irnos lo mas lejos posible.
-¿Viniste sola?.
-Si, es mas, me escapé y robé plata del negocio.
-Estamos en problemas, tu padre moverá cielo y tierra por encontrarnos, tenemos que volver para Frías, para explicarlo todo.
-No seas pajuerano Silvio! si volvemos a Santiago nos queman en la hoguera, mi padre seguro que te acusa de ser el ladrón y yo me tendré que casar con el idiota de Esteban.
-Creía que ya te habías casado con él.
-Quedate tranquilo, no me tocó ni una teta.
-Ahi parece que viene un taxi...
Ya estaban afuera del predio. Junto al arcaico portón del hospital psiquiátrico. Cuando una brillante luz de un auto los encegueció. No era un taxi. La muchacha le hizo señas para que pare el vehículo. El auto se detubo.
-Señor, ¿nos podría llevar?
-Si nena, no se que hacen acá pero se van a congelar con el frío que hace, suban.
Con prisa, entraron al automóvil. Se sentaron en el asiento trasero. Horrorizado, Silvio observó como el duende Semper trataba de meterse por la ventana.
-Rajá de acá, enano de mierda!. Exclamó Silvio e inútilmente le dio un puñetazo a la ventana.
-Pará flaco me vas romper los vidrios ¿que mierda te pasa?. El rostro del anciano conductor empezó a ruborizarse.
-Silvio, ¿te podés calmar?. Le dijo Josefina, tocándole suavemente el hombro.
-Jose, hay una cosa que no te conté, desde que estoy en esta ciudad de mierda una alimaña no deja de ostigarme.
-No te preocupes, ignorala, seguro te va a dejar de molestar.
-Mirá que es viva esta putita eh! que voz que tiene, como me calienta. Exclamo el duende guiñando un ojo a Silvio, que le tiró una piña y golpeó el asiento del acompañante.
La cara del viejo se ruborizaba mas y mas, empezó a vigilarlos desde el espejo retrovisor.
-Señor, por favor, nos podría llevar hasta la estación de Retiro.
-Mira nena, aparecen en medianoche vos y este loco que me va a romper el auto, que por la pinta lo sacaste del manicomio ese donde estaban...,
-No se lo voy a permitir. Exclamó Silvio.
-Silvio, dejame esto a mi- Le dijo la joven pellizcandole las piernas.
-Así se habla mi negra!. Dijo el duende, que ya se encontraba sentado bajo las piernas de la joven.
-Señor, por favor se lo pido, tenemos que llegar cuanto antes a Retiro.
-Me parece que no van a una fiesta de disfraces, ustedes andan en algo jodido o me equivoco?.
Josefina abrió su bolso y saco un billete de cien pesos de la parva que tenía sostenida con una gomita y dijo:
-Tome, y por favor apúrese.
-Esta bien nena, pero si para la cana o algo, te voy avisando que voy a desembuchar todo eh!
-No hay problema, es usted muy amable señor.
-Que mujer! exclamo el duende.
Don Rogelio, el conductor, aceleró.


Continúa....