
14. El loco del diamante
Cuando despertó estaba acostado en posición fetal. La superficie que hacía las veces de cama era muy dura. El lecho de cemento en el que se encontraba le hizo dormir la mitad del cuerpo. Lentamente se fué incorporando. La parte izquierda de su cuerpo comenzó a hormiguear, se tocó la frente y notó que tenía un importante chichón.
Entonces comenzó a recordar que horas antes, lo había detenido la policía porteña. Todo comenzó cuando se acercó a la boletería de la estación de ómnibus de Retiro. El boletero de la única ventanilla que atendía en ese momento lo encontró hablando solo, metiendo la cabeza en su mochila, con el rostro y cuerpo llenos de fango. Silvio no tenía dinero por eso Semper le dio uno de sus diamantes de colección para que pueda pagar el viaje.
Al ver la hermosa piedra preciosa que ofrecía el joven para pagar el periplo, el empleado de la estación presionó disimuladamente la alarma silenciosa que se usa para llamar a la policía porteña.
Solo tardaron unos cinco minutos en llegar al lugar. A unos metros de él, estacionó un móvil de la policía federal, se bajaron dos agentes. Se acercaron a Silvio y le pidieron algún tipo de identificación. El muchacho había olvidado su libreta de enrolamiento, que era lo único que lo identificaba, en lo de Gladys. Al no tener suerte con su pedido, los agentes comenzaron a interrogar a Silvio y el clima se puso tenso.
-¿A donde tenés pensado ir con esa facha? Dijo uno de los policías, con des confianza.
-Me voy de regreso a mi pueblo, a Frías, Santiago del Estero.
-No es bueno salir sin identificación, déjenos ver que tiene en la mochila.
-No, no puedo, son cosas muy personales las que llevo aquí dentro- Silvio comenzó a ponerse nervioso. Sudaba sin disimulo. Entonces empezó a forcejear con los agentes. En el medio del forcejeo, Silvio deja caer el diamante al suelo. La piedra preciosa brillaba en el piso. Brillaba también en los ojos de los policías. Que lo tomaron de los brazos y le colocaron unas esposas.
-Base Tango cuatro, solicito información, si hubo una denuncia de robo, tengo conmigo un NN, posible sospechoso de robo de joyería, procedo llevar al detenido a la seccional para averiguación de antecedentes, cambio- Dijo uno de los agentes usando la radio del móvil policial.
Al oír estas palabras, Silvio comenzó a gritar.
-Un momento, acá hay un malentendido, yo no robé nada, solo quiero irme a mi pueblo, odio este lugar, odio Buenos Aires!-
-Te invito a que te calmes. Dijo uno de lo policías. Pero Silvio siguió, casi lagrimeando.
-Este diamante me lo dio un duende que me ayudó a escapar de una casa donde me tenían secuestrado hace meses, era una señora vieja y gorda-
-Callate la boca carajo, y metete al auto "secuestrado"- Y lograron meterlo forzosamente.
-¿No me creen?, fijense dentro de mi mochila, ahí está el duende, el les explicará todo lo sucedido, salí Semper!
-Mira flaco, quedate tranquilo o vas a ser dañado- Dijo el copiloto.
-Dejá de inventar historias, no te hagas el piola, ademas tenés una baranda como que si hubieras cruzado el riachuelo nadando- Dijo el otro, furioso, dándole un puñetazo al volante.
-Pero como puede ser! Que injusticia, yo no tengo que ir preso, tiene que ir la señora que me secuestró, la culpable de todo esto! Dios!. Y comenzó a llorar.
-Che, a este mas que llevarlo al destacamento habría que mandarlo al borda, jeje-
Estas fueron las últimas palabras que escuchó Silvio, antes de un terrible golpe con la cachiporra en la frente, que lo hizo perder el conocimiento.
Ahora había recordado todo. De a poco se fueron uniendo todas las piezas de su cabeza rota. Se tocó otra vez el chichón, dolía, pero al parecer no era nada grave. Miró a su alrededor, era una celda precaria, llena de humedad, con una cama de cemento y una letrina incorporada. De pronto siente que le tocan el hombro.
-La verdad, no te podes quejar, tenes un baño al lado de tu cama, que nivel!- Semper, la alimaña, volvió a aparecer.
-Vos!, monstruo, enano de mierda, ahora aparecés!- Gritó Silvio, furioso.
-Yo diría que bajes la voz, se corrió la fama de que estas majara, no derrapes- Le dijo el duende, guiñando un ojo.
-Hijo de puta, por hacerte caso a vos, mirá donde terminé-
-Tomalo con calma Pascuato, te prometo que vamos a salir de esta, solo tenés que pedir una llamada y llamás a tu casa, van a tener que venir a buscarte, pensá un poco, pensá y salís-
-¿Porque no apareciste cuando me detuvieron, evitaríamos todo esto?
-¿Vos sos pelotudo?, te imaginaste a dos policías interrogando un duende?, además esos dos pedazos de mierda, eran seres ultra materialistas con ningún grado de senbilidad hacia lo sobrenatural, quedaron maravillados con el diamante, además solo me pueden ver pelotudos como vos, sensibles, que creen en el amor y esas boludeces, me entendés?-
-Necesito hacer una llamada a mi casa- El joven comenzó a gritar, llamando a los guardias.
El duende apoya su cabeza sobre los barrotes de la celda. Parece resignado.
-Demonios! esto es lo que tengo que aguantar para casarme? Estar en esta celda con olor a orín y humedad, soportando un infeliz, cargado de mala suerte. Mierda, estoy podrido del ser humano y toda su miseria. Ojalá la humanidad se termine pronto-
De pronto llegó un guardia.
-¿Porque tanto alboroto?
-Oficial, según la ley, tengo derecho a hacer una llamada, déjeme hacerla- Dijo, solemne, Silvio.
-Haber, esperame unos minutos, ahora vengo ya estoy con vos- El guardia dijo esto sonriendo y volvió.
-Ahora te aconsejo, que te calmes y no seas tan lelo de nombrarme otra vez, porque van a mandarte al loquero, me entendiste?
-Si- Suspiró el joven. Asintiendo con la cabeza.