Fue un día muy agitado para Silvio. Venia ya de una noche de angustiante vigilia, con una lamparita de 100v ardiendole en la cara, (logró que Gladys le deje la luz prendida), pensamientos suicidas, aullidos terroríficos del clan ovejero alemán desde afuera, fugaces sueños cargados de pánico, que terminaban con susurros fantasmales en su oído, en latín, en alemán y otros dialectos indescifrables, que seguia oyendo, aún unos segundos después de abrir los ojos. Esposado sobre los costados de la cama. El horror en su estado mas puro.
Ya entrada la mañana, Gladys llegó. Abrió energicamente la puerta, apagó la luz, abrió la ventana. Los potentes rayos del sol no lograban cambiar el pálido rostro inerte del joven. La señora abrió el antiguo ropero del cuarto. Sacó un viejo pero solemne traje militar. Liberó a Silvio y lo uniformó para la ocasión.
-Te puse el traje de tu padre, ahora vamos a entonar el himno nacional en este majestuoso día- Estaba agitada y por momentos bufaba.
Subió a tope el volumen del tocadiscos y puso la púa sobre el vinilo. El himno estalló. Imponente.
-Ooid Mortaaales el griito sagraado...-
Al ver que Silvio permanecia inmóvil y lleno de pánico, saco de su bolsillo una aguja de tejer y pinchó al joven en un hombro. No le quedo otra alternativa que cantar.
-Oh jureemos por gloria a morir...
-Viva la Patria!- Gritó la señora, realmente eufórica, agitando un puño cerrado hacia arriba.
Luego siguió la habitual rutina de sexo. Aunque esta vez bastante breve. Para el alivio del muchacho, la cópula duró poco mas de media hora. Hacia el mediodía, comieron un abundante almuerzo provisto de locro y empanadas preparado por Gladys. Le siguieron, anécdotas sobre su marido y vino tinto patero, en la sobremesa patriótica.
-Mamá bebió un poquito de mas, y necesita irse a descansar- Dijo, musitándole al oído.
Le esposó una pierna sobre la mesa de luz y Silvio se sentó sobre un Puf al lado de la cama. Ella se fue por el pasillo a su habitación, entre eructos y flatulencias. El también había bebido bastante de aquel Santa Filomena patero, y lo relajó bastante. Se durmió. Al fin logró tener un descanso decente.
Y no despertó hasta cuando Gladys cerró la ventana. Eran casi ya las once de la noche. Al parecer Gladys también había tenido un abultado descanso. Se le había hecho un poco tarde. Colocó a Silvio sobre el lecho del cuarto, esposó sus pies, puzo en su regazo una bandeja con unas cuantas empanadas frías y un jugo de naranja y le dijo.
-Perdona que no te acompañe en la cena, a mamita se le hace tarde para ir a trabajar- Y le dio un húmedo beso en la frente.
-No hay problema Gladys, podrías dejar encendida la luz del cuarto?
-Si, tesoro- Dijo la mujer y se fue dando un portazo.
Comenzó a engullir las empanadas. Cuando estaba por morder la tercera, vio algo que lo hizo perder totalmente el apetito. Una especie de nube verde había abierto violentamente la puerta del viejo ropero y velozmente se había metido debajo de la cama. Se horrorizó. Desesperadamente empezó a sacudirse sobre el catre, jalando impacientemente sus pies, queriéndose escapar de ahí. Solo logró correr unos centímetros la cama.
-No hace falta hacer tanto escándalo camarada! Dijo una extraña voz desde abajo.
-Padre nuestro que estas en el cielo...-El muchacho comenzo a orar, sus labios le temblaban.
-Ja ja ja, realmente esto me supera, creo que debo presentarme- dijo la voz.
Un pequeño ser, de unos treinta centímetros, subió y se sentó sobre la mesa de luz y lo miraba sonriéndole, mofándose de el.
Interrumpió la plegaria, quedó mudo, helado.
La criatura era de un color entre verde y marrón. Su rostro era como el de un anciano, con una barba tupida, ojos deformes, grandes orejas, solamente vestía un pantalón rojo corto.
Pese a que lo intentó. No pudo articular ni una sílaba. Solamente quedo mirando, anonadado al pequeño sujeto.
-Buenas noches Silvio, me presento, me llamo Semper y soy un Gobling
-... Que es un gobling? como sabes mi nombre?
-No tengo ganas de contarte la historia de los goblings así que te digo soy un duende. que es casi lo mismo.
-Hace bastante tiempo que, mediante conjuros mágicos, he estado intentando traspasar los planos de existencia para que me puedas ver, y hoy por fin lo logré- Dijo la criatura dando un salto hacia arriba del ropero.
-No entiendo... de donde venís? Dijo Silvio, confundido.
-De donde vengo no es importante, si no a donde vamos Silvio!
-...Que?
-Te estoy diciendo que tenes la oportunidad de liberarte de esta patética prisión!-Gritó el gobling.
-Por favor! Te lo suplico, liberame ya!
-Todo a su debido tiempo, además necesito contar con tu ayuda también, los goblings cuando hacemos un favor, siempre pedimos algo a cambio-
-Que queres de mi, te doy cualquier cosa, dinero no tengo mucho-
-Quiero que me acerques a algo muy cercano a vos- Murmuró la criatura.
-No hay problema, por favor libérame de este camastro infernal! Gritó el joven, empezando a sollozar.
-Aún no, no es conveniente en este momento y a esta hora- Y del bolsillo sacó una pipa y la encendió.
-Por que no es conveniente? vámonos ya- Dijo gritando, las lágrimas brotaban de sus ojos.
-No seas bujarrón, infeliz- Gritó el duende, enfadado.
Salto arriba de la cama, sobre Silvio, y con una increíble rapidez le propinó una ardiente bofetada en la cara.
-Te voy a pedir otro favor, no quiero volver a presenciar otra muestra de esta pésima mariconeada, porque hago entrar a los perros de la gorda Gladys, para que te acompañen en tus noches- Dijo el diminuto ser. Le dio un par de pitadas a la pipa, y tiró el humo sobre la cara del joven. El humo olía a podrido.
-Esta bien, esta bien, no lo vuelvo a hacer!- Exclamo el muchacho asqueado por el hedor.
-Mañana a la misma ahora, me hago presente y te digo como vamos a llevar a cabo el plan.-Dijo, embocando hacia el viejo ropero.
Silvio permaneció callado.
-Otra cosa, ni una palabra de esto a la bolsa de excremento dueña de esta pocilga- El pequeño monstruo se estaba yendo, sin dejar de dar pitadas a la olorosa pipa.
-Porque?, ella no sabe nada que vivís aca?
-Mirá Silvio, yo no desconfio de tu inteligencia, pero me parece que sos medio pelotudo- Se metió en el ropero, pegando un portazo.
-Espera!, esperá no te vallas!- Grito Silvio.
El pequeño monstruo saco la cabeza y le dijo
-Ahora me tengo que ir a darme un baño, se me ha impregnado tu hedor de infeliz, nos vemos mañana.
Silvio quedó mirando hacia el techo toda la noche. Se rezó de memoria dos Rosarios.
Continúa.....
