7.
Despertó mirando hacia el techo. El techo tenía gigantes manchas de humedad, parecían monstruos. Miró a su alrededor. Se encontraba en una pequeña habitación de madera. Había un póster de Raquel Mancini pegado en la pared, ya descolorado y ajado. El rostro de la modelo parecía sufrir por la rajadura de humedad que la quebraba en dos. Se dio cuenta que no podía mover sus brazos, estaba atado con fuerza sobre los costados de la cama. Procuró no entrar en pánico, metió la cabeza dentro de las sabanas. Quedo pasmado al descubrir como estaba vestido, enfundado en una especie de pijama de seda blanco parecido a una mortaja. Una vez mas quizo safarze de las ataduras, pero fue imposible. lo habían maniatado con una fuerza sobrenatural.
Entonces escuchó el giro de las llaves en la puerta. Doña Gladys irrumpió en la habitación, llevaba una bandeja con un vaso de jugo de naranja y un generoso plato de arroz con mayonesa.
-Buenos días pequeño bribón!- Dijo la señora en tono suave, casi susurrando.
-Ehh.. En donde estoy?... como? cuando?- Silvio creía estar en una pesadilla, por eso Intentaba calmarse, pues iba a despertar tarde o temprano.
-Estas en mi casa amor, en la habitación de mi hijo. Te traje la cena.
Gladys desató sus manos. Entonces Silvio pudo sentarse, pero noto que sus pies seguían sin libertad, estaban esposados en la punta de la cama.
La señora cargo una cuchara con abundante arroz.
-Haber, ahí viene el avioncito... ammm-
Casi de prepo, Silvio comió todo, jugo con pulpa incluido.
-¿Que hora es? ¿Que día es hoy?
-Son las diez y media, hoy es domingo amor.
-¿Me puedo ir ya?
-Pequeño bromista, te esperado por mas de veinte años, no te voy a dejar ir jamas, ya nadie nos va a separar- Y de un empujón lo acostó nuevamente en el lecho.
-¿Que dice señora? Creo que usted ha perdido totalmente la cordura- Dijo Silvio ruborizado.
-Mocoso insolente!- gritó Gladys, le pegó un sopapo y con una sorprendente rapidez volvió a maniatarlo.
Seguidamente se subió sobre el, lo destapó y saco violentamente su sexo con sus robustas manos.
-No te voy a perder- Repetía reiteradamente la señora.
Se subió la pollera y se hizo penetrar por el joven raptado.
La satánica cabalgata duró poco menos que media hora.
-No te voy perder- Recalcaba entre jadeos la señora.
Luego de estallar de placer, Le dio un húmedo beso en la frente, se levantó y dijo:
-Hasta mañana mi amor-
-Esperá, ¿podes decirme donde estoy por lo menos?
El sonido del portazo fue implacable.
Silvio se quedo otra vez solo. Por la ventana, la única y pequeña ventana del habitáculo, una luna llena se dejaba ver estoicamente.
Entonces Silvio se puso a llorar, lloró y lloró como hacia mucho no lloraba.
Se sentía sucio, infeliz, usado. Lloró y lloró hasta que se volvió a dormir.
Continuará